RESISTENCIA En las plumas de este cuerpo encendido, traemos los colores derramados en los cuerpos descansados, de un pueblo que resiste y arde a los 529 años de invasión. En las esquinas y los rincones de esta, nuestra casa grande aunque el dolor sea abundante y las risas congeladas por la mueca de la muerte, traemos nuestras manos de arcilla llenas de semillas; con la fuerza y el hechizo de la naturaleza símbolo de la matria común: Abya Yala. Traemos esa audacia elocuente en el misterio secreto de las piedras: abuelas que nos cuentan, nos hablan con su resistir inmutable aunque fluido. Así mismo traemos nuestro canto de Guacamaya, nuestra inteligencia conectada, nuestra resistencia ancestral atravesada en la piel, y ahora en los cables que antaño nos mataban. Hemos visto y sentido el horror de la guerra. Vinieron desde lejos proclamando banderas, las naciones se apoderaron de nuestros pueblos, nos cortaron las trenzas, nos vistieron a su modo, nos pusieron militares, policias, jueces y fiscales para atarnos los pies, y más aun el pensamiento. Vinieron desde lejos con metralla, desde lejos con sus camiones y su ciencia. Llegaron a extraer con sus máquinas esclavas: primero humanas, ahora automáticas. Pudieron llevarse todo, menos nuestra conciencia. Supieron ver a pueblos nuestros como utensilio, los sometieron a su juego de muerte, pero aun estamos como la piedra, como tierra, como el canto de mil aves, como la vida misma: Resistiendo. Florecemos de nuevo, caminamos las calles, los ríos, las selvas, los montes. Atrevesamos sus débiles redes corruptibles, nos inmiscuimos en sus más sórdidos asuntos y ensuciamos su pulcra imagen de escaparate para que veamos cómo son de verdad. Para que sepamos que la noche eterna a la que fuimos condenas aunque larga y extenuante, no por ser noche si no, por ser la sombra proyectada que nos invadió el día y nos tapo la luz de inti; esa noche termina, y nos amanece la palabra, la palabra primera que reflejada en el espejo de Marcos, se triplica. ¡Libertad para Abya Yala, y para lxs que en ella habitamos! ¡Porque la flor puede más con su tierno color que el acero asesino de la espada o cañón, los paisajes de la Madre Tierra, aunque violados por inumerables brechas de saqueo, se iluminan y sanan con la roja sangre de sus hijos derramados! ¡Aquí, en nuestro hogar, se congregan los mundos: el águila del norte, la guacamaya del centro y cóndor del sur! ¡Vamos como el principio mismo de nuestro tiempo, con nuestro tiempo espiral, de cuentas largas de mil años, con nuestro calendario lunar iluminado de sol! ¡Nuestra victoria es la vida!